Apenas si durmió un par de escasas horas y más que dormir las pasó descabezando malamente ese mal sueño que recién se había asentado en su realidad. Y las pasó escondiéndose entre las mantas y tapándose de la oscuridad que sentía cada vez más cerca.
Velando. Como los caballeros medievales cuando velaban sus armas.
Velaba la vida de su vida.
Mucho antes de que amaneciera, cuando aún no habían cantado los gallos de la madrugada, comenzó la tarea de vestirse: Yelmo, Peto, Escarcelas, Guardabrazos, Guanteletes, Rodilleras, Peto… imaginarias piezas con las que cubrió su asustado espíritu con toda la intensión de ganar.
Con los albores del amanecer se adentró en el día para enfrentarse a la batalla más dura de su vida.
Imagen: “Tres estudios de un caballero con armadura” – Vittore Carpaccio
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