Una vez conseguí atrapar todas las nubes de algodón
que bailaban ingrávidas en el techo del cielo. Las metí en una jaula y la
colgué con una cuerda atada al cielo de los sentimientos. En cada una de ellas
habitaban los que un día emanaron de mí y escaparon hacia otras dimensiones. Yo
quería volver a tenerlos.
Y así, presas entre las rejas, volvía
a renacer en mí cada vez que las miraba, todo lo perdido.
No fui consciente del momento en que
su blanco algodón comenzó a deshacerse, como los de azúcar de las ferias en la
boca de un niño. Cuando quise darme cuenta ya se habían desdibujado y tan solo
quedaban jirones agonizantes de ellas esparcidos por el suelo.
Entonces abrí la jaula y dejé escapar
los restos moribundos.
No me inmuté cuando salieron apesadumbrados
y comenzaron a elevarse, ni cuando los vi tomar de nuevo forma de nube allá
arriba, junto con otros sentimientos perdidos.
(Imagen: Alex Alemany)